El 9 de mayo, celebramos el Día de Europa, una fecha que
simboliza mucho más que un punto en el calendario, es la jornada en la que conmemoramos
la paz, la unidad y la visión compartida de un continente que, tras siglos de
conflictos, decidió caminar unido hacia un futuro común.
Hace exactamente 75
años, en 1950, Robert Schuman
propuso una idea revolucionaria: que las naciones europeas dejaran atrás sus
diferencias y cooperaran estrechamente en lo económico y lo político. Aquella Declaración Schuman, breve pero
poderosa, sentó las bases de lo que hoy conocemos como la Unión Europea.
Desde entonces, Europa ha cambiado profundamente. Hemos
derribado fronteras, hemos creado oportunidades, y hemos apostado por el
entendimiento, el diálogo y la solidaridad. No ha sido un camino fácil, pero ha
sido un camino valiente, guiado por los valores de la democracia, la libertad, el estado de derecho y el respeto a la dignidad humana.
Hoy, más que nunca, Europa necesita de nuestra
participación, nuestra conciencia y nuestro compromiso. Vivimos tiempos
complejos, marcados por desafíos globales como el cambio climático, las crisis
geopolíticas, los movimientos migratorios, el abastecimiento energético o la
transformación digital. Pero también vivimos tiempos de esperanza, en los que
millones de jóvenes creen en una Europa más verde, más justa, más innovadora e
inclusiva.
El Día de Europa no es solo una celebración institucional:
es un recordatorio de que la paz no es
un regalo, sino una conquista diaria. Que la unidad no significa uniformidad,
sino respeto por la diversidad. Y que el futuro de Europa está, en última
instancia, en nuestras manos.
Por eso, sigamos construyendo puentes. Sigamos defendiendo
los derechos. Sigamos siendo ciudadanos activos y responsables, porque una
Europa fuerte, solidaria y humana es posible — y comienza con cada uno de
nosotros.
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